viernes, 31 de agosto de 2007

Stubborn

Cabezudos, morrudos.
Estos días vuelve a arder el monte en una tierra que me importa mucho, el interior de castellón. Esta vez parece que no ha sido provocado, pero si que ha sido una negligencia la que ha generado este desastre. Por lo que se ve, unos trabajadores de alguna compañía eléctrica comenzaron la debacle.
El comienzo es un gran problema, pero también es un problema que los equipos que trabajan en la extinción lo hagan de manera descoordinada y/o al azar. Debe ser agotador trabajar en la extinción de un incendio, y estoy seguro que las fuerzas sólo dan para intentar mojar los rincones que uno cree mejores, y a la distancia a la que el calor no consiga derretirte.
Pero por los comentarios que se ven tanto en el incendio de Gran Canaria como en el de Castellón, se echa de menos una buena coordinación, y sobre todo, consultar la sabiduría popular de las gentes de los lugares. Una buena combinación de los conocimientos orográficos e incluso de los vientos de la zona con la profesionalidad de los cuerpos que se van a dedicar a extinguir estos incendios, se me antoja como la mejor de las soluciones posibles. El problema viene si los profesionales ven peligrar su autoridad y eso les hace obviar los conocimientos que les harían falta. Este tipo de cabezonería solo aumenta las posibilidades de error que en estos casos nos lleva a tener un incendio descontrolado, o que solamente se ha conseguido controlar cuando ya poco queda por quemar.
Dudo mucho que ninguno de los jefes de equipo que dirige ese tipo de extinciones lea este comentario, pero si así fuese, le rogaría que antes de derramar la primera gota de agua sobre el fuego planificara muy bien lo que se va a hacer. Por supuesto usando todos los recursos posibles para ellos

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